AA.VV
Mucho que enseñar, además de paisajes
Cuando los grandes premios de la lotería pasan de largo, consuela saber que le tocan a alguien que hará un buen uso de ese dinero; a alguien cuya vida mejorará de una manera significativa. A escala de naciones, el hallazgo de petróleo es un premio gordo
si se gestiona con justicia y sensatez, dos méritos que Noruega acumula a mansalva. No hay que dejarse cegar por la despampanante apariencia, por los grandiosos paisajes: hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el pueblo noruego vivió de una manera austera. Apenas un 3% de su territorio es cultivable, y los grandes tesoros de los mares, el bacalao y el arenque, no pasaban de ser comida para pobres. La población, muy rural, vivió una autosuficiencia basada en las propias fuerzas y en la ayuda de los vecinos. En esas condiciones, no es fácil apreciar la estética del propio entorno, sobre todo durante los inviernos eternos, sin luz solar y con temperaturas gélidas.
Resulta heroico que, pese a su escasez, la sociedad local conservase la curiosidad y el empuje necesarios para impulsar algunos de los proyectos de exploración más memorables de la historia, como los liderados por Fridtjof Nansen o Roald Amundsen.
A partir de la década de 1950, Noruega empezó una modernización decidida, que se aceleró aún más en 1971, cuando el oro negro empezó a fluir en las plataformas petrolíferas oceánicas. De su mano, Noruega accedió a unos recursos con los que no había soñado. Otro pueblo más engreído se hubiese desquiciado. Los noruegos consensuaron nuevas reglas de convivencia, dándole protagonismo a un Estado que ahorra las ganancias del petróleo e invierte sus intereses en servicios: sanidad y educación gratuitas, estímulos a la natalidad, pensiones generosas...
La sociedad noruega es hoy moderna, culta, tecnificada..., aunque los noruegos, paradójicamente, apenas han cambiado. Conservan el instinto de independencia y solidaridad de sus antepasados, su necesidad visceral de inmersión en la naturaleza, el gusto por la caza y la pesca
Su descubrimiento es una de las muchas sorpresas que el país depara a sus visitantes, quienes encontrarán mucho más que fiordos y bosques, auroras boreales, iglesias de madera, trampolines de esquí u osos polares.
Agradecemos a Karin Mollö-Christensen Ottesen su implicación en este monográfico. Sus explicaciones y comentarios nos transmitieron la cálida generosidad de su pueblo.