AA.VV
A lo largo de los siglos, fue un escaparate que abrumó al mundo, un mensaje de soberbia dirigido a aliados y a rivales, cuyas voluntades cortejaba o destruía a su antojo. En la Antigüedad, sus legiones expandieron la civilización romana entre el océano Atlántico y el mar Caspio o el golfo Pérsico. Hasta que la maquinaria imperial se colapsó. Siguieron tiempos de decrepitud, previos a que el Papado transformase la urbe en el epicentro del Renacimiento; y más tarde, en una Corte opulenta y mundana que, por aversión o pleitesía, protagonizó reformas y contrarreformas durante el Barroco. Capital de poder, Roma suscitó admiración, codicia o temor, pero no simpatía. Le faltaba humanidad.