En 1507, cuando el cartógrafo Martin
Waldseemüller publicó un mapa del mundo, denominó América a un nuevo
continente, descubierto poco antes, en honor al navegante y explorador Américo
Vespucio. El nombre hizo fortuna y años después se extendió al hemisferio norte
de aquellas tierras, aunque no correspondía al de su auténtico descubridor y el
propio Waldsemüller pensaba que había elegido mal el nombre.
Ésta es la historia de esa curiosa
denominación, y también la biografía de un maestro de la autopromoción. Nacido
en 1454 en la Florencia de los Médicis, para los que trabajó en su juventud,
Américo se trasladó a Sevilla en 1491. Fue amigo y rival de Cristóbal Colón, y
colaboró en la segunda y tercera expediciones de éste a las Indias, antes de
embarcarse él mismo por lo menos en dos ocasiones y de explorar la costa de lo
que hoy es Brasil. El hombre que dio su nombre al Nuevo Mundo emerge en estas
páginas como un acabado producto de una riquísima época: proxeneta, mago,
aventurero, intrigante, hábil navegante (aunque no al principio), autor de
deslumbrantes crónicas de viajes, siempre al tanto de los últimos avances
científicos y capaz de apropiarse de honores inmerecidos. Fernández-Armesto,
valiéndose de una cantidad ingente de fuentes y documentos, ha escrito la
primera biografía de Vespucio que consigue distinguir la realidad de la
leyenda.