Geográficamente los elementos que integran el archipiélago Caribe se distinguen fácilmente, sin embargo no es posible hacer lo mismo con la población de estas islas.
Cada isla es una entidad distinta e idiosincrásica, una civilización, o su reverso, de orígenes fortuitos y evolución empírica. No hay ley general que tenga aplicación tras las costas de cada una de ellas, a menos que consideremos como un principio unificador la constante presencia de lo singular, la invariable necesidad de establecer excepciones a cualquier regla conocida. Así resume Patrick Leigh Fermor, el viajero idealculto, inquisitivo, con un fino sentido del humor y un interés genuino por todo lo nuevola experiencia de su odisea personal por el Caribe en la década de los años cuarenta. Fermor recorre la larga cadena de islas antillanas en barco de vapor, de vela, en avión y ela pie, tomando nota de los detalles más pintorescos de la vida cotidiana, del paisaje y de las costumbres de sus habitantes, desde los fantasmagóricos siboneys hasta los blancos pobres de la islas de los Santos.
Su predisposición a vivir entre los criollos, junto con las cartas de presentación que trae de Inglaterra y que le abren las puertas de las mansiones de la mejor sociedad de las islas, hacen de su relato un texto único, rico en matices y lleno de vida. El de Fermor es probablemente el retrato más original y evocador de este archipiélago de culturas que se ha escrito hasta la fecha.
