Vistas desde el aire, las gargantas y barrancos del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido se asemejan a dolorosas cicatrices del terreno, roturas mal curadas que han dejado una huella de sufrimiento. Los cortes gigantescos de sus grandes valles, Añisclo, Escuaín, Pineta y Ordesa, están cosidos con suturas menores, gargantas y barrancos que exudan vida, peculiaridades y personalidades diferentes.