El paisaje de Guara se resume en desniveles de importancia, jaleados por lo repentino de la subida, una sierra que se atreve a romper la lasitud de la extensa llanura, a romper moldes en su camino hacia el cielo, pero al mismo tiempo en echar una mirada a los infiernos con esos barrancos profundos, heridas de hace 50 millones de años que el agua se ha encargado de lustrar y ahondar. Es una gran montaña hueca, un desafío en ambos extremos.