Observando y analizando la Historia con la lupa del tiempo,
muchos acontecimientos se pueden analizar con más
objetividad. Las influencias de nuestras creencias y el influjo de
nuestra cultura, en la mayoría de los casos, pueden enturbiar el
cristal por el que miramos a nuestro pasado. Se han escrito
regueros de tinta sobre la cuestión del descubrimiento, de la
conquista y después, de la colonización. Pero donde más acentos
se han puesto es sobre en la cristianización, es decir, en lo que
supuso dejar a un lado la opinión del «otro».
Las consecuencias del descubrimiento fueron muchas, tanto
para el Viejo como para el Nuevo mundo. Los cambios fueron
tan grandes que se puede hablar de una nueva edad histórica
que rompe con el Medievo, entrando de lleno en el nacimiento
del mundo moderno, renacentista, de predominio de la
civilización occidental, para unos, pero también, el final de un
mundo para otros.
Durante un tiempo, la conquista y colonización fueron de la
mano de la evangelización. Los conquistadores, encomenderos y
principales, cometieron abusos, opresión, explotación, violencia
y maltrato de los indígenas, tanto en el orden político, social
como económico. Anónimos de Tlatelolco escribieron después
de la conquista de México, en 1526:
«Se nos puso precio. Precio del joven, del sacerdote, del niño,
de la doncella El precio de un pobre eran sólo dos puñados
de maíz».
Esta novela, a modo de balance, pone al descubierto una época y
una gesta: 'la de descubrir un mundo desconocido y ponerlo al
alcance del mundo conocido'
¿Mereció la pena
