En 1912, seis meses después de que Robert Falcon Scott y cuatro de sus hombres perecieran en la Antártida, Valerian Albanov, un navegante ruso de treinta y dos años, se enroló en una expedición que resultaría aún más dramática. La incompetencia del capitán, la carencia de cartas náuticas esenciales, la escasez de combustible y provisiones contribuyeron a agravar la situación del Santa Ana.brAsombroso es que alguien del grupo sobreviviera. Esta narración inquietante y apasionada mantiene al lector en vilo hasta la última página.