Un niño, hijo de modestos trabajadores emigrantes ruso-judíos, camina por las calles de su barrio. Ésas son las señas de identidad del caminante que está a punto de atravesar el puente de Brooklyn para adentrarse en la Nueva York de los años veinte, y esos paseos serán su primer viaje que, como todo viaje digno de tal nombre -y el de Alfred Kazin en Un paseante en Nueva York lo es-, se convertirá sobre todo en un pasaje hacia el conocimiento en un tiempo vital, el de los años de la infancia y la adolescencia, propicio para los grandes descubrimientos.
Kazin, crítico literario, historiador de la cultura, observa la pérdida paulatina de una voz narrativa propia del patrimonio literario judío, que en palabras de su amigo, el político socialista Yaron Ezrahi, «cultiva la soledad, la lírica personal del individuo, la autobiografía, la voz de la primera persona del singular, el reflejo del yo. Del yo individual que narra, pero no como un soldado o como el misionero de un colectivo».
Kazin retoma esa tradición y nos enseña su barrio, Brownsville, nos adentra en las calles de la gran ciudad. Un camino que el niño tuvo que recorrer en solitario, el camino del conocimiento elemental: los libros, la lengua y la literatura, la música, la metafísica y la política, la ciudad, el campo y el mundo.
Carson McCullers decía de Un paseante en Nueva York, que «era consciente de haber leído una obra maestra».
Alfred Kazin, (Brooklyn, 1915-Nueva York, 1998) era hijo de judíos emigrantes procedentes de Rusia. Kazin estudió en el City College de Nueva York y en la Universidad de Columbia, y su vida profesional estuvo repartida entre las clases en Harvard y Berkeley, sus numerosos artículos para diferentes revistas, como The New York Review of Books, sus libros de crítica literaria y obras autobiográficas como Un paseante en Nueva York (1951). Se le asocia al denominado New York Intellectuals, que reunió en la década de 1930 a un grupo muy activo de escritores y críticos como Edmund Wilson, Sydney Hook o James T. Farrel. Mantuvo una larga amistad con la filósofa Hannah Arendt.
Escribió, tras cinco años de investigación en la famosa sala de lectura de la Biblioteca Pública de Nueva York, On Native Grounds, el primer estudio serio de la literatura americana de 1890 a 1940. Otra obras de Kazin son: Starting Out in the Thirties (1965), Bright Book of Life (1973), The Portable Blake (1976), New York Jew (1978), An American Procession (1984), A Writer's America (1988), Writing Was Everything (1995), A Lifetime Burning in Every Moment (1996) y God and the American Writer (1997). En 1996 le concedieron el premio Truman Capote por su labor como crítico literario.