Del testimonio de Helíaca quedan para la posteridad datos sorprendentes sobre las criaturas que pueblan el universo ibérico, incluyendo una especie marginal e invasiva de piel desnuda y gruesa como la del elefante. Vive apartada de las demás especies, formando grandes colonias que a ojo de águila parecen cristales de cuarzo, pudiendo llegar a formar grandes colmenas metropolitanas: es el hombre cruel y bondadoso, el mismo que rozó los pinares de antaño para sembrar trigo y molerlo, y para fundar la naturaleza campestre y amable de las amapolas y los panes. Parecen menos meritorias las observaciones de la gran Helíaca sobre especies afines, como las reales, y los halcones y azores de España, que las del lejano y acechante mono sapiens, personaje colectivo del libro de lenguaje indescifrable.